Ensamblemos las piezas de este rompecabezas que hemos dado en llamar “proyecto nacional”. Nos guía una lógica trascendente: la aplicación del modelo peronista de gestión de lo público amalgamada con una concepción concreta del pueblo, con las instituciones de la democracia y con una visión estratégica de largo plazo.
Cualquier persona o institución (100pública o privada), al momento de realizar una planificación, tiene en cuenta una serie de factores que permiten detectar que las decisiones no se toman de manera desconectada, sino que se enmarcan en una lógica concreta: siempre se analiza el pasado (100aciertos y errores) y se aprende de la experiencia; se toma noción del presente (100recursos, debilidades, oportunidades, desafíos) para establecer un punto de partida; y se concibe el futuro (100objetivos, metas, potencialidades) para definir el horizonte hacia el cual se quiere llegar en un determinado plazo. Pero lo trascendental en un proyecto nacional es que incluya a la totalidad de su base de sustento; un proyecto político, económico y social debe contener a la sociedad como un todo: a los que más y a los que menos tienen, pasando por aquellos que se ubican en una situación intermedia.
La Argentina, desde el 25 de mayo de 2003, fecha en la que asumió la presidencia Néstor Kirchner, se encuentra guiada por un proyecto concreto de inclusión social, crecimiento y apuesta al futuro. Las políticas que se implementaron y se siguen implementando expresan esa lógica: se ha aprendido del pasado, se ha partido de un presente que se ha modificado y hay una meta clara cuyo alcance presenta aún numerosos desafíos.
El proyecto nacional del siglo XX
El primer centenario de nuestro país estuvo definido por la construcción del Estado y las instituciones de la democracia. La Argentina demarcó sus reglas de juego y estructuró, en función de sus potencialidades y las presiones externas, un modelo económico, político y social. En el tránsito hacia el segundo centenario nuestro país se encontró con la Primera Guerra Mundial, con el fenómeno de la industrialización del extranjero con demandas concretas de materias primas para los países de la región y con la institucionalización de la democracia. A principios de la década del cuarenta, el rol de la Argentina parecía estar definido, pero la Segunda Guerra Mundial más una serie de fenómenos endógenos (100gran porcentaje de la población con sus derechos sociales postergados, estancamiento de la economía e instituciones democráticas agotadas) forzaron un cambio.
Enmarcado en esa coyuntura, y luego de años turbulentos y una suspensión temporaria del régimen democrático, dentro del grupo de oficiales en el gobierno de entonces se destacó el coronel Perón, quien se convirtió en Secretario de Trabajo y Previsión. Perón se diferenciaba de sus pares porque tenía una comprensión superior de la política, producto de su formación y su actuación concreta en mediaciones políticas como emisario del Poder Ejecutivo en conflictos laborales. Dada la extensión de este artículo, no podemos detenernos en los detalles de la doctrina peronista ni en sus orígenes, pero de todos modos cobra especial relevancia explicar el aporte fundamental que realizó Perón dentro de su concepción de la política: el concepto de Comunidad Organizada, que nos permite evaluar la importancia de que la sociedad en su conjunto y con sus matices esté inmersa en un proyecto que a su vez la represente y la trascienda.
Perón consideraba a la Nación como una Comunidad Organizada, en la cual debían representarse los roles del gobierno, del Estado y del pueblo organizado (100organizaciones libres del pueblo). Esta concepción se apoya en tres pilares básicos que sostienen esta amalgama social: la justicia social, la independencia económica y la soberanía política. Es el pueblo organizado libremente el que elige un gobierno para que tome las riendas y organice el Estado, que debe gobernar en favor del pueblo; no hay otro orden posible, de acuerdo con la doctrina esbozada por Perón, para concretar los objetivos nacionales. Para ella, tanto el gobierno como el Estado son “esclavos” del pueblo y deben obedecer a su representación y a sus cambios.
Este es uno de los principales aportes intelectuales de Perón, fundamento del pensamiento y la acción Justicialista. Sin Comunidad Organizada la felicidad del pueblo, el único sujeto al que debe representar la política, se torna imposible. Guiados por esta concepción de la sociedad, los primeros dos gobiernos peronistas llevaron a cabo la integración del tejido social, concibiendo la economía al servicio del bienestar popular, fomentando la industrialización y llevando a cada rincón del país la justicia social, no como una promesa, sino como una realidad efectiva.
En línea con la concepción de una sociedad integrada, los dos primeros gobiernos peronistas centraron sus esfuerzos en la acción social y en la base de sustento del futuro: la planificación. Esta planificación estuvo basada en dos planes quinquenales. El primero de ellos (100llevado a cabo en el período 1947-1951) sentó los cimientos para la diversificación productiva, cambiando el rumbo de nuestro país desde mero productor de materias primas hacia un camino de industrialización por sustitución de importaciones, en el que organismos como el IAPI (100Instituto Argentino de la Producción y el Intercambio) cumplieron un rol fundamental. Además, durante esta etapa se nacionalizaron servicios públicos básicos (100gas, telefonía, ferrocarriles, flota mercante, entre otros) y el Banco Central. La construcción de infraestructura social a través de la obra pública provocó una verdadera revolución: se levantaron miles de nuevas escuelas, viviendas, kilómetros de rutas e infraestructura sanitaria.
Una vez evaluados los aportes del primer plan, se llevó a cabo, a partir de 1953, el Segundo Plan Quinquenal, que tuvo por objetivo fomentar la inversión pública y privada para fortalecer la matriz energética, de transporte y de maquinaria básica para el desarrollo industrial de segundo grado. Lamentablemente, el golpe de Estado de 1955 truncó el plan, que terminó por ser víctima de la implementación de una lógica de gobierno alejada del bienestar social y del desarrollo nacional.
Como resultado de esta política del peronismo, los indicadores económicos, sociales y laborales dieron un giro de ciento ochenta grados en la Argentina:
• El crecimiento anual promedio del PBI fue de 3,5% entre 1946 y 1955;
• El crecimiento del salario real industrial fue de 38,9% entre 1946 y 1955;
• El salario real de los trabajadores rurales se cuadruplicó en ese lapso (100se estableció el Estatuto del Peón Rural y hubo ajustes salariales);
• El salario real promedio de la economía se duplicó entre 1946 y 1955;
• En 1944 el régimen jubilatorio alcanzaba a medio millón de personas; en 1955, a más de 15 millones de personas (100casi a todos los obreros, empresarios y profesionales);
• En 1945 existían 500 sindicatos (100agrupados en 3 centrales obreras) y tenían un millón de afiliados. En 1955 la CGT conglomeraba a 2500 sindicatos que tenían 6 millones de afiliados;
• Se construyeron más de 1000 escuelas.
El proyecto nacional del siglo XXI
Luego del golpe del año 1955, para nuestro país fue complejo articular un proyecto nacional que tuviese como base a la Comunidad Organizada, ya que las políticas autoritarias, represivas y de destrucción del tejido social alcanzado en la Argentina en las décadas siguientes, con la excepción de los breves retornos de la democracia (100Frondizi e Illia) y el corto período de gobierno de Perón desde 1973 hasta su muerte, deterioraron la estructura económica, política y social que el justicialismo había logrado establecer.
No obstante, es destacable que hasta 1976 los principales logros de los gobiernos peronistas no pudieron ser eliminados, ya que no se cambió la matriz de crecimiento que el justicialismo puso en marcha, manteniéndose la fuerte impronta industrial y desarrollista.
El verdadero punto de inflexión se produjo con el violento golpe militar de 1976, en el que comenzó el desmantelamiento del modelo peronista con la reversión del proceso de industrialización, el fomento de la importación indiscriminada y el cierre de empresas y fábricas nacionales. Esto provocó el aumento sostenido del desempleo y la elevación de los porcentajes de pobres e indigentes, que tuvo su mayor impacto en los cinturones urbanos de las grandes ciudades. El retorno de la democracia encontró a un gobierno sin respuestas y que optó por la continuidad de políticas regresivas, las que se agudizarían aún más con quien reemplazó a Alfonsín en el poder.
La década del noventa es un capítulo triste de nuestra historia pues un gobierno que enarboló las banderas del peronismo y prometió recuperar la sociedad igualitaria de antaño, en la práctica dio la espalda al voto popular y generó las condiciones para que nuestro país, en 2001, tocara fondo, condenando así a más de la mitad de la población a la pobreza y a un cuarto de ella al desempleo. Fueron años turbulentos en el país, pero esta vez la solución, por fortuna, llegó a través de la política democrática. Luego de cinco presidentes de transición, resultó electo por el voto popular Néstor Kirchner a mediados del año 2003.
A partir de entonces, la política volvió a ocupar el centro de la escena. La Argentina se despertó de la pesadilla que indicaba que la economía de mercado debía ser la guía del desarrollo (100desigual, por cierto) y se comenzaron a tomar decisiones de una ostensible matriz peronista.
A modo de resumen podría decirse que, a partir de 2003, se cumplió nuevamente con la Verdad Peronista Nº 13: “Un gobierno sin doctrina es un cuerpo sin alma. Por eso el peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el justicialismo”.
A paso firme y con absoluta decisión política, los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner retomaron el pensamiento justicialista y generaron las condiciones para volver a poner a nuestro país en la senda de un proyecto nacional, con objetivos, planes y desafíos por conquistar. Ellos concretaron la reconstrucción del tejido social y la recuperación de la Comunidad Organizada.
Se puede decir mucho al respecto, pero un fragmento de un discurso de la Presidenta sirve como resumen: “Con trabajo solo tampoco alcanza, necesitamos recursos para construir más casas, más pavimentos, más cloacas, más agua potable, para hacer más igual a la Argentina. No porque todos seamos iguales, no somos todos iguales, habrá algunos que les gustará trabajar más o menos, con más o menos inteligencia, más o menos talento, pero lo que estamos obligados a darles a todos los argentinos sin excepción son las mismas oportunidades para crecer, para desarrollarse, para tener trabajo, estudio, casa, presente y futuro. Ese debe ser el compromiso de todos”.
Esta nueva etapa de bienestar social, en la que se trabaja para recuperar las deudas políticas, económicas y sociales de más de tres décadas, se caracteriza por poseer una clara visión estratégica que define prioridades y metas. Este cambio responde a una nueva coyuntura nacional e internacional. Hoy la economía no puede ser planificada como entonces, los mecanismos económicos y financieros cambiaron, así como la integración mundial y las relaciones internacionales. Esta es la fase de la articulación público-privada y del modelo de acumulación productiva, en donde el Estado orienta la actividad económica, previniendo desigualdades, garantizando la infraestructura social, la expansión de todos los sectores de la economía, la integración regional y la redistribución del ingreso.
Gracias a este impulso y visión, la Argentina transita por un proyecto nacional sustentado por pilares fundamentales. Muchos de ellos los hemos expuesto desde Gestar en el libro Tres banderas, una gran Argentina. A modo de resumen, podemos mencionar algunos hitos, ordenados según los tres pilares del justicialismo:
• En Justicia Social: igualdad a través de la Asignación Universal por Hijo y Embarazo; educación a través de la Ley de Financiamiento Educativo, nuevas universidades nacionales, el retorno de las escuelas técnicas, más de 1200 nuevas escuelas, 800.000 netbooks repartidas a través del Programa Conectar Igualdad; derechos humanos; previsión social con más de dos millones y medio de nuevos jubilados, movilidad; agua y cloacas para millones de argentinos.
• En Independencia Económica: desendeudamiento; diversificación de la matriz energética (100Yacyretá y Atucha II son ejemplos de ello); fomento de la industria nacional y pequeñas y medianas empresas; recuperación de los fondos de la ANSES para el desarrollo productivo; empresas públicas; obras públicas estratégicas y con fuerte raigambre en la conectividad territorial y el federalismo.
• En Soberanía Política: un Estado fuerte; pago al FMI; avance de la ciencia y de la técnica, el retorno de más de 800 científicos y un nuevo satélite en órbita; integración regional con el fomento del Mercosur y la Unasur; nuevas pautas de relacionamiento internacional y rol activo en los organismos internacionales.
La importancia de un proyecto nacional
En los hitos señalados anteriormente se evidencia que nuestro país está profundizando el proyecto nacional. En la evaluación de los períodos de crecimiento del PBI puede verse con claridad que hay solo dos grandes picos en su evolución, ambos en gobiernos peronistas. No es casualidad que esto ocurra, no hay vientos de cola o suerte en la gestión de un país: solo en dos momentos, en 1974 y en la actualidad, nuestro país se acercó al fifty-fifty en la distribución del ingreso.
La sociedad argentina va camino a reconstituir la Comunidad Organizada de los dos primeros gobiernos peronistas. Hoy cobra sentido formar parte de un proyecto que incorpora a todos, achicando las brechas sociales, apostando por planes estratégicos y con visión de futuro. Gracias a la recuperación de la política tenemos un proyecto en el que creer y trabajar.
Hay muchos objetivos para concretar en los años que siguen: apostar aún más fuerte al progreso de la ciencia y la tecnología, diversificar las exportaciones, incorporar valor agregado a los productos y seguir avanzando en la distribución del ingreso son solo algunas de las acciones necesarias para intensificar un proyecto nacional con visión estratégica e inclusiva.
Es muy valioso formar parte de un proyecto, y en la actualidad podemos vivenciarlo. Las realizaciones de estos últimos ocho años deben ser el puntapié inicial para no retroceder y poner definitivamente a la Argentina en la senda del crecimiento y el desarrollo. El desafío está en nuestras manos. Las acciones para llevarlo a cabo, también.
Mauricio Mazzón
Director Ejecutivo de GESTAR