5 de agosto de 2016
Instituto Gestar

Presidente, devuélvame mi voto

El pueblo argentino se expresó en las urnas y eligió una propuesta de gobierno confiando en la seriedad de los dirigentes políticos de Cambiemos y creyendo en que su situación iba a mejorar. Es lo normal en una democracia. Esto implica un contrato social entre la sociedad y el gobierno electo. Pero ¿qué pasa cuando una de las partes incumple con sus promesas y al mismo tiempo toma medidas que en algunos casos fueron negadas enfáticamente por el mismo presidente y en otros directamente no fueron expuestas nunca como medidas a tomar en el futuro? Se resquebraja la confianza y se rompe el acuerdo de partes.

En plena campaña Macri negó reiteradamente que fuera a devaluar. Sin embargo es lo primero que hizo al asumir el gobierno comenzando una espiral de aumentos en los precios de los alimentos que parece no tener fin. También dijo que de ninguna manera iba a haber un incremento desmedido de las tarifas y nos cayó encima la movediza de Tandil con aumentos impagables. Sostuvo que desde el inicio de su gestión los trabajadores dejarían de pagar ganancias y resulta que hoy no solo sigue en pie sino que hay más gente que tiene que pagar este impuesto cada vez más regresivo que afecta fuertemente a la clase media, que sumado a la altísima inflación y a paritarias que solo lograron un promedio de 18% de aumento de los salarios, bajaron sensiblemente su poder adquisitivo.

Hasta ahora, las principales promesas de campaña de Cambiemos todavía duermen el “sueño de los justos”. Primero nos ilusionó con el primer semestre, después nos dijo que a fin de año iba a mejorar la situación y ahora nos desayunamos que recién bien entrado el año que viene veremos algún resultado esperanzador.

Unas pocas ya fueron cumplidas: eliminó totalmente las retenciones del agro salvo las de la soja que serán reducidas gradualmente hasta llegar a 0; levantó el cepo para unificar el tipo de cambio generando una devaluación considerable del 40%; derogó el Memorándum de Entendimiento con Irán; declaró la Emergencia Nacional de Seguridad y traspasó la Policía Federal a la ciudad de Buenos Aires.

Pero veamos qué pasó con las promesas electorales que más expectativas despertaron:

Pobreza cero: las medidas macroeconómicas que tomó el gobierno en los primeros meses produjeron 1,4 millón de nuevos pobres según datos publicados por el Observatorio de Deuda Social de la UCA. La consigna “nuestro objetivo es pobreza cero en la Argentina” repetida hasta el hartazgo durante la campaña, no sólo no se cumplió, sino que ya es una materia pendiente imposible de conseguir en tanto siga este rumbo económico. Por si acaso, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, se apuró a declarar que “Pobreza cero tiene que ver con una meta como sociedad. Es una meta desde ya inalcanzable”. En cualquier lugar del mundo devaluación más inflación produce inevitablemente pobreza. Ahora bien, el “mejor gabinete de los últimos cincuenta años” parece ser que esto no lo sabía. Según estimó la UCA, la pobreza trepó del 29 por ciento registrado en 2015 al 34,5 por ciento en el primer trimestre de 2016, la cifra más alta en siete años.

1.500.000 nuevos puestos de trabajo: ya en mayo había 154.000 trabajadores en blanco despedidos entre el sector público y el privado, y otros 48.000 suspendidos. Luego de vetar la ley anti despidos, aprobada por mayoría en el Congreso de la Nación, Macri prometió reemplazar la ola de despidos por una lluvia de inversiones que crearía “empleo de calidad”. Todavía tenemos el paraguas abierto, por si acaso.

La situación se agrava si se tiene en cuenta el sector informal de la economía, uno de los más castigados por las medidas tomadas por el Gobierno. Por cada trabajador en relación de dependencia que pierde su empleo, otros tres trabajadores de la economía informal pierden el suyo.

Para alcanzar la creación del millón y medio de empleos  en la actividad privada, el mismo Macri afirmó que la Argentina tendría que crecer por encima del 7% anual. Ahora bien, la realidad es que la economía se contrajo. El FMI estimó que la caída del PBI para 2016 sería del 1% y que en 2017 crecería apenas un 2,8%. Los datos del oficialismo registraron una contracción del 0,6 por ciento en el PBI en el primer cuatrimestre y proyectaron una caída del 2,3 para este año.

Desde otro punto de vista, la reducción del salario real producida por la devaluación, la apertura económica, los tarifazos y el magro aumento de los salarios, significaron sacarle una suma millonaria a los asalariados para transferírsela a los empresarios. A pesar de semejante nivel de ganancias, las inversiones no llegan, mientras la productividad industrial del período enero-abril bajó un 4,7 %, y las principales empresas del país continúan achicando su personal.

1.000.000 de créditos hipotecarios: Macri prometió no “esperar ni un día” para poner en marcha una nueva línea de créditos hipotecarios. Siete meses después, en materia de vivienda apenas cuenta con el anuncio del relanzamiento parcial del plan ProCreAr, parado desde diciembre. Al presentar el tipo de crédito que se implementará, el actual director de la Anses explicó que se requiere un “ahorro previo del 20 al 30 por ciento” del valor del inmueble y de paso recomendó a las familias que deseen acceder al crédito “hacer el esfuerzo de vender el auto” para poder pagarlo. Atrás quedaron promesas tales como urbanizar 100 villas por año o regularizar 750.000 escrituras de ciudadanos que tienen sus casas sin escriturar.

Bajar la inflación: en plena campaña Macri sostuvo que bajar la inflación era el tema más fácil que tendría que enfrentar. Con una inflación que rondará el 50% a fin de año, la más alta desde la hiperinflación de 1989, no parece que el gobierno haya tenido mucho éxito en esta materia. Es cierto que se va desacelerando pero ello está motivado por una baja importante del consumo de los argentinos.

Los tarifazos -negados por Macri en el debate electoral con Daniel Scioli- se trasladaron a la inflación automáticamente. Además se tradujeron en una caída del salario real de entre el 10% y el 12 %.

La inevitable consecuencia de semejante inflación es que julio fue el séptimo mes consecutivo de desplome del consumo. Las ventas en los comercios minoristas no pararon de caer: 2,3% en enero, 4,5% en febrero, 5,8% en marzo, 6,6% en abril, 9,2% en mayo y así hasta hoy. Mientras tanto, los voceros económicos del gobierno nos avisan que la baja del consumo es la única estrategia que tienen para reducir la inflación.

Esta es la realidad del país a punto de entrar en el octavo mes de la gestión del nuevo gobierno, quién nos dice que hubo errores, que no se comunica bien, que lo hecho y lo no hecho es consecuencia de la herencia recibida, que estamos en un túnel oscuro pero que al final (100¿de quién?) se verá la luz, etc. etc. Pero comienza la duda de si la explicación no será más sencilla. ¿No se tratará, tal vez, que lo que en realidad piensa este gobierno es en ajustar la economía para beneficiar a un sector de la sociedad en detrimento de otro? ¿No será que están gobernando para que los que más tienen, tengan aún mucho más y que los platos rotos los pague la clase media y los trabajadores? Si esta sospecha se confirmara, muchos argentinos podrán decir: Sr. Presidente, le pido por favor, que me devuelva mi voto.   

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