Algunos nos quisieron convencer que la discusión sobre el pasado estaba saldada y que no debíamos mirar atrás. ¿Cómo se hace para construir un País sin tener una mirada sobre el pasado? Sin esa discusión los jóvenes hoy no tendríamos elementos para siquiera comprender el presente, la historia y las heridas de nuestro país. El pasado nos sirve para aprender, para recordar, para homenajear y para repudiar. El pasado nos dice de dónde venimos, quiénes somos, y nos permite imaginar cómo queremos ser. El pasado nos permite incluir en la historia a las próximas generaciones.
La educación y la lucha por los Derechos Humanos han despertado en nosotros, los jóvenes, la conciencia y la firmeza de la memoria, tenemos la posibilidad de pensar, discutir, debatir sobre el presente, libremente, sin censura, podemos gritar los que nos gusta, y lo que no. Y esa libertad se la debemos a aquellas generaciones que dejaron sus vidas por abrazar la justicia social y a aquellos que siguieron luchando por cambiar esa realidad.
Argentina es ejemplo en el mundo. Gracias a la lucha inclaudicable de los Organismos de Derechos Humanos, de las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo, estamos transitando el camino de la Verdad, la Memoria y la Justicia. Ese camino del que nos habló Néstor aquel 25 de mayo de 2003, pidiendo disculpas por primera vez como Jefe de Estado, impulsando la nulidad de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final que hicieron posible que hoy, a 9 años de aquel memorable discurso, ya haya 269 condenados por delitos de lesa humanidad y otras 843 personas estén procesadas, entre civiles y militares, por su responsabilidad material en el terrorismo de Estado.
Esta causa que recuerda los versos del poeta colombiano Arturo Camacho: «Nada es mayor que tú: sólo la rosa tiene tu edad suspensa, ilimitada”. La edad ilimitada y suspensa de aquellos jóvenes que creyeron en la fuerza de las ideas para cambiar el mundo. Ilimitada son los proyectos para continuar armando una Patria Justa y Soberana, suspensa en el aire están los sueños, las luchas silenciosas, el dolor de la carne y el moretón del alma.
Hay que tener memoria para no olvidar el genocidio cometido por la dictadura, para reconocer los cómplices y para juzgar sus crímenes, no con ánimos de revancha sino de Justicia. Hay que tener memoria para repetir los nombres de aquellos que murieron por un ideal, para colaborar con nuestras manos lo que otras manos no pudieron, no las dejaron. Para combatir la injusticia en cualquiera de sus formas, la discriminación y el racismo, en cualquiera de sus manifestaciones. El país necesita tener memoria por que sin una historia, no se puede construir una identidad.
Estamos recordando el pasado transformando el presente y construyendo el futuro, y lo hacemos, como quería Néstor y como afirma Cristina, a la medida de nuestros sueños.
Josela Aramburu, 20 años