por Mario Bertellotti
Integrante del Área de Formación Política de Gestar
Dos concepciones del poder enfrentadas
Dos concepciones contrapuestas compiten hoy por imponer su impronta al proceso de integración de la civilización en un solo sistema mundial, proceso en pleno desarrollo y que no tiene vuelta atrás por efecto de “la evolución y el determinismo histórico”, al decir de Juan Domingo Perón.
En sintonía con lo expresado por la presidenta Cristina Kirchner en 2009, pueden definirse las concepciones en pugna en términos opuestos: una pretende la “globalización unilateral, homogénea y hegemónica”; y, la otra, la “universalización heterogénea, multilateral y multicultural”.
Cabe señalar que ambos conceptos se encarnan en fuerzas materiales y espirituales que sustentan la construcción de ese poder mundial, cuyos principales componentes pueden agruparse así: 1) pensamiento, ideología, valores espirituales; 2) dinero, recursos materiales, infraestructura; 3) fuerza, amenaza, represalia. Tales elementos se materializan en organizaciones estatales, partidos políticos, empresas, sindicatos, organizaciones sociales y ambientales, organizaciones secretas, mafias, corrientes internas de las religiones organizadas, etc. En consecuencia, según cuál sea el componente del poder que predomine así será la naturaleza del poder que se construya.
La globalización unilateral, homogénea y hegemónica
Si consideramos que en la globalización unilateral, homogénea y hegemónica predominan el dinero, los recursos materiales y la infraestructura con el soporte complementario del pensamiento y la fuerza, podemos concluir que la naturaleza del poder que se propone construir es la “plutocracia”, el gobierno mundial del dinero; y el sujeto que puede detentar ese poder es una elite capaz de apropiarse de la riqueza económica y concentrarla en sus manos sin cargos de conciencia.
La universalización heterogénea, multilateral y multicultural
Por el contrario, la universalización heterogénea, multilateral y multicultural no desdeña el dinero y la fuerza pero prevalecen en ella el pensamiento, la ideología y los valores espirituales. De allí que sea la “democracia”, el gobierno mundial del pueblo el principio generador del poder a edificar. El sujeto constructor será entonces la mayoría, el conjunto de personas capaces de organizarse en pueblo para crear una comunidad solidaria, que al tiempo que las contenga les permita su realización individual.
Por todo lo cual, y parafraseando a Leopoldo Marechal, podríamos caracterizar el conflicto que se plantea entre estas dos naturalezas antitéticas del poder como una “batalla terrestre y celeste” por el destino de la humanidad con dimensión planetaria.
La alianza anglo-norteamericana
A la globalización unilateral, hegemónica y homogénea la concibió y la lidera la alianza anglo-norteamericana. Esta, con una larga y exitosa experiencia en el ejercicio del poder mundial mediante la propaganda, la diplomacia y la guerra para apropiarse y concentrar la riqueza sin culpas, utiliza todos los componentes del poder para lograr sus objetivos. Así, la economía globalizada que construye tiene tres patas básicas. La primera es la especulación financiera global que ha organizado con sus bancos, los cuales canalizan hacia los paraísos fiscales las ganancias que las empresas multinacionales y nacionales de producción y servicios obtienen en los Estados nacionales donde operan. La segunda consiste en mantener bajo control de sus empresas multinacionales el desarrollo de la investigación científica y la innovación tecnológica aplicada a la industrialización y los servicios, restringiendo al máximo la transferencia de tecnología a los Estados que la demanden. Y la tercera es asegurarse el acceso seguro a las materias primas y los recursos naturales que considera estratégicos.
La ideología que sostiene y difunde la alianza anglo-norteamericana es el individualismo capitalista. El núcleo de su pensamiento es que la civilización unificada en un solo sistema mundial deberá mantener la desigualdad existente. Por ello propicia que la política gestione los Estados para que el capital predomine sobre el trabajo; y que las pocas naciones industriales actuales –o las que por consideraciones geopolíticas considere conveniente que accedan a ese estadio– sean las que continúen dominando a las naciones proveedores de materias primas.
Esta política de integración mundial que propone conservar la desigualdad tanto en el interior de los países como entre naciones entre sí, es la que seduce a las poderosas elites de los grupos económicos y mediáticos concentrados en las naciones industriales y en los países proveedores de materias primas. Tal integración desigual está pensada solo en términos de empresas y de mercados a fin de mantener las alianzas establecidas entre los intereses de las respectivas elites mediante acuerdos de libre comercio entre el centro industrial y la periferia primaria.
Propagandizar que la desigualdad es inevitable
La lucha ideológica y cultural que despliega la cultura política anglo-norteamericana utiliza Internet y sus redes de comunicación y también el sistema educativo para crear y fomentar una cultura política cosmopolita en una minoría rectora y en las clases medias más desarrolladas para que asuman con convicción que la desigualdad interna y global es inevitable. Ello puede conseguir que los felizmente integrados se desentiendan de los conciudadanos excluidos del trabajo, el consumo y la educación. Este objetivo cuenta con el respaldo moral de los predicadores del “fundamentalismo protestante”, del “fundamentalismo judío” y del “conservadorismo católico”. En sentido contrario, el papa Francisco ha censurado esta concepción calificándola como una “cultura y una economía del descarte” a la que los cristianos no deben adherir.
Para alcanzar aquellos objetivos, la cultura política anglo-norteamericana se dedica a descalificar, a través de los medios de comunicación y el sistema educativo que controla, el concepto de justicia social y la afirmación de que para lograrla los países exportadores de materias primas deben necesariamente encarar el esfuerzo de industrializarse, tengan o no la autorización de Londres, Washington y el FMI.
Oposición a la justicia social y al esfuerzo industrializador de la Argentina
Por eso, cuando alguna nación exportadora de materias primas comienza a transitar el camino de la sustitución de importaciones y de la distribución de la riqueza sin contar con el interés y la autorización de la alianza anglo-norteamericana, como es el caso de la Argentina a partir de 2003 con Néstor Kirchner y que continúa ahora Cristina, el esfuerzo nacional es saboteado internamente por las elites internacionales y nacionales que concentran el poder económico de la nación. Asimismo, en diarios como The Economist o Wall Street Journal, a través de notas que se reproducen después en La Nación y Clarín, se descalifica el intento afirmando que “la Argentina está fuera del mundo” y que la “fiesta” de sustitución de importaciones, de empleo, de consumo popular y de inversión pública puesta en marcha está necesariamente destinada a fracasar y que, cuando eso ocurra, “la Argentina volverá al mundo”.
Estrategia geopolítica
La estrategia geopolítica que lleva adelante la alianza anglo-norteamericana tiene como objetivo principal sostener fracturada desde el punto de vista político y económico a la masa euro-asiática que se extiende desde Europa Occidental a China. Y como retaguardia de soporte a esta batalla se propone lo mismo desde el punto de vista político y económico a América del Sur, es decir, procura impedir que se consolide la Unión de Naciones Suramericanas.
En pos de este objetivo, la decisión geopolítica de la alianza anglo-norteamericana fue apoyar la integración de Europa Occidental alrededor de una economía de mercado industrial reformada socialmente al fin de la Segunda Guerra Mundial a los efectos de limitar la expansión de la URSS más allá de Europa Oriental. Y en eso tuvo éxito.
La decisión geopolítica de apoyar la incorporación de China comunista al Consejo de Seguridad de la ONU en reemplazo de la China capitalista en 1972, y el ingreso de inversiones industriales norteamericanas a China comunista a partir de 1978 –que permitió su crecimiento industrial con transferencia de tecnología–, a lo que se sumó la ulterior restitución de la colonia británica de Hong Kong a su soberanía, tuvieron como objetivo cercar a la URSS desde Asia Oriental. También en esto fueron exitosos.
Una vez disuelta la URSS, la decisión geopolítica fue achicar el territorio de la nueva Rusia capitalista, expandiendo la Unión Europea a Europa Oriental. Por esta tensión geopolítica, Ucrania sufre hoy una guerra civil tironeada desde la UE y Rusia.
Guerra fría con China
A raíz de la conversión china en una nación con economía de mercado industrial reformada socialmente bajo la conducción del Partido Comunista, transformada en potencia mundial que desembarca en la Luna, con una capacidad defensiva militar estratégica que abarca la guerra electrónica y autonomía tecnológica, la geopolítica anglo-norteamericana al respecto ha cambiado: ahora se orienta a cercar a China integrándose con los países que la rodean. El instrumento es el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica, un espacio de libre comercio que excluye a China y reúne a EE.UU., Canadá, México, Australia, Darussalam, Malasia, Vietnam, Perú y Japón. La decisión geopolítica estratégica consiste en desestabilizar en el mediano plazo la conducción del PC, excitando a la elite y a la clase media china para que se integre a la cultura cosmopolita global tras las banderas de la democracia y los derechos humanos y dé la espalda a la conducción del proceso político actual. Las denuncias de corrupción que vinculan a los dirigentes chinos con fuga de dinero a paraísos fiscales recientemente difundidas, apuntan a ese objetivo.
América del Sur debe continuar fracturada
Con respecto a otro objetivo geopolítico de la alianza anglo-norteamericana, mantener fracturada desde el punto de vista político y económico a América del Sur, surge con claridad que hay una división geopolítica de roles: EE.UU. se encarga de operar sobre la costa del Pacífico e Inglaterra sobre la costa del Atlántico. Y ello porque el Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica se proyecta a América del Sur y Central pues son miembros México y Perú y participan como observadores Panamá, Costa Rica, Colombia, Guatemala y Uruguay. Vinculado al objetivo de impulsar espacios de libre comercio, hay que considerar del mismo modo a la Alianza del Pacífico, constituida por Colombia, Perú, Chile y México, todos países que tienen acuerdos de libre comercio individuales con EE.UU.
La presencia de Uruguay como observador allí no es ajena a lo que Inglaterra está operando desde Malvinas. Consecuente con su objetivo de no sentarse con la Argentina a negociar en el marco de la ONU la restitución de las islas a nuestra soberanía, Londres procura fortalecer a Malvinas como un centro económico que a partir de las inversiones petroleras, que están avanzadas, seduzca a Uruguay a espaldas de nuestro país para que Montevideo sea punto de conexión marítima con las islas y empresarios uruguayos concurran con inversiones en infraestructura. La materialización de esta posibilidad está en curso, porque una delegación de legisladores de los partidos Blanco y Colorado visitó las islas y casi viajó también uno del Frente Amplio.
La operación de Inglaterra sobre el Río de la Plata comenzó en 1806 y, desde entonces, su juego se orientó a enfrentar a Montevideo con Buenos Aires, cuestión sobre la que han tenido éxito histórico, y ahora lo están intentando nuevamente. El objetivo es vulnerar el Mercosur tentando a Uruguay con un acuerdo de libre comercio con EE.UU. y de comercio e inversión con Inglaterra en Malvinas. Una posibilidad como esta se dirige también a perjudicar la Unasur al desarmar el acuerdo geopolítico cuyo corazón es el Consejo de Defensa propuesto por Brasilia.
Unidos o dominados
Por primera vez en su historia, Brasil está llevando adelante un proyecto geopolítico: la unidad política, militar y económica de América del Sur, que no cuenta con el visto bueno de la alianza anglo-norteamericana porque apunta a constituir un poder continental autónomo que se propone intervenir en la política internacional a favor de la universalización heterogénea, multilateral y multicultural y en contra de la globalización unilateral, homogénea y hegemónica.
El puntapié inicial de esta estrategia geopolítica de Brasil fue la construcción del Mercosur a partir de 1985 con la Argentina, Paraguay y Uruguay; y se profundizó en 2005 cuando hizo lo suyo para impedir que el ALCA, la alianza de libre comercio de las tres Américas, prosperara; pero esto ocurrió debido a que Néstor y Hugo Chávez actuaron decididamente en contra y con alta exposición y Lula sostuvo la jugada con bajo perfil.
De esta manera, el Brasil liderado por Lula y el Partido de los Trabajadores, de orientación progresista, ha asumido el rol que la Argentina conducida por Perón y el Movimiento Peronista, de orientación nacional y popular, protagonizaron en los años 50: proponer y encabezar una política de integración de América del Sur al efecto de construir un poder estatal continental con suficiente dimensión territorial y entidad económica para poder sentarse en la mesa del poder mundial con voz y voto, lo que Perón estimó ocurriría al comienzo del siglo XXI, es decir ahora, por lo cual avisó: “El año 2000 nos encontrará unidos o dominados a los sudamericanos”.
La iniciativa de Perón fue combatida entonces por la alianza anglo-norteamericana porque implicaba la construcción de un poder autónomo que interfería en sus planes geopolíticos. En aquel entonces, más allá de la voluntad positiva del presidente Getulio Vargas, Brasil terminó oponiéndose y fue a causa de ello que el presidente se suicidó en 1954. La situación parece repetirse, pero ahora podría ser posible pues la Argentina viene apoyando desde 1985 la política de integración sudamericana y ha anudado con Brasil una alianza estratégica para lograrla.
Referida a esta línea de tensión con la alianza anglo-norteamericana, a Brasil le preocupa su capacidad para defender su soberanía sobre el Amazonas ya que existen proyectos impulsados por grupos ecologistas del hemisferio norte, funcionales al interés anglo-norteamericano, que postulan su “internacionalización”. Asimismo lo intranquiliza la eventual defensa de sus yacimientos petroleros alojados en la profundidad de su mar costero del Atlántico Sur, donde EE.UU. e Inglaterra poseen un cordón de bases militares que comienzan frente a África y culminan en Malvinas. Por tal motivo Brasil es el más consecuente aliado del reclamo argentino sobre Malvinas. Vinculada a esta preocupación es la compra de aviones de combate de Brasil a Suecia, país que aceptó la transferencia de tecnología, condición que rechazó EE.UU. porque no aceptaba ese interés brasileño.
Acerca del significado geopolítico de la Unasur, hay que comprender además que en la medida en que están integradas Colombia y Venezuela hay una proyección hacia el Caribe y Centroamérica que molesta a Washington. Esta influencia se refleja en la organización de la CELAC, donde participan todos los países americanos menos EE.UU. y Canadá. Por ello, el interés geopolítico norteamericano de desestabilizar Venezuela, país que es además el mayor vendedor de petróleo a EE.UU.; y la cerrada oposición a levantar el embargo económico a Cuba, caso en el que adopta una política absolutamente contraria a la que asumió con China comunista, en ambos casos por una decisión geopolítica. Si el gobierno bolivariano de Nicolás Maduro fuera desplazado por la fuerza por una oposición sostenida desde Washington, la frontera caribeña de la Unasur retrocedería porque con Colombia se plantea una situación diferente por su acuerdo militar con EE.UU. En tal sentido, el senador ultraconservador John McCain sostuvo que era necesario preparar una fuerza militar para entrar en Venezuela y pacificarla, y sobre todo para garantizar y proteger el flujo de petróleo hacia Estados Unidos. En opinión del republicano es “hora de terminar con esta piedra molesta en el zapato y con otras en Latinoamérica”. Si bien esta opinión no expresa cabalmente la posición del actual gobierno norteamericano no es una manifestación aislada sino que representa la posición de buena parte de la ultraderecha del país del norte.
Mantener la supremacía militar global
Cabe agregar que la alianza anglo-norteamericana se sustenta en un idioma y una tradición política común que le permite articular una comunidad de intereses estratégicos, geopolíticos, militares, económicos, sociales y culturales, con el añadido de que extiende su círculo de confianza a Canadá, Australia y Nueva Zelanda, hecho que se comprueba en la gestión de la red de inteligencia Echelon. Pero este círculo de confianza no se extiende a nadie más. En efecto, ello puede confirmarse por el espionaje global que EE.UU. viene efectuando a través de Internet, que afectó a Alemania, Japón, Brasil y a la mayoría de los países sudamericanos. Y también si se analiza que la capacidad de despliegue militar de EE.UU. por el mundo con el acompañamiento de Inglaterra ha sido estimada en 1000 bases de apoyo. E incluso es necesario recordar que Washington mantiene todavía una muy importante fuerza militar de ocupación en Alemania y Japón desde la Segunda Guerra Mundial, decisión que por ahora no piensa revisar, y que estos dos aliados suyos siguen fuera del Consejo de Seguridad permanente de la ONU.
Por otra parte, la alianza anglo-norteamericana ha venido desplegando una política de guerra para asegurarse el acceso al petróleo de Medio Oriente. Pero sus operaciones militares de represalia contra los terroristas –impulsadas por predicadores del “fundamentalismo musulmán” que atacaron las Torres Gemelas en 2001–, han culminado en Afganistán, Irak y Libia con la destrucción de la organización política, económica y social que habían alcanzado a su manera sus pueblos. Lamentablemente, esto ha permitido verificar lo que hace cuarenta años advirtió Perón: el objetivo que estará detrás de esas guerras, además de la apropiación y el control de los recursos económicos, será la “supresión biológica”, porque la alianza anglo-norteamericana necesita ajustar el tamaño de la población mundial a un sistema económico que maximiza las ganancias del capital especulativo y la exclusión social. Perón anticipó además que deberíamos pensar que en el caso que el rumbo de la globalización unilateral, hegemónica y homogénea no sea alterado por la universalización heterogénea, multilateral y multicultural, el futuro de la humanidad estará acechado por la “hecatombe”.
El estallido de la Bolsa de Nueva York en 2008
El primer parate que recibió la globalización unilateral, hegemónica y homogénea que dominó el mundo desde 1991, cuando desapareció la URSS, sucedió recién en 2008: cuando en forma abrupta e inesperada estalló la Bolsa de Nueva York por las contradicciones que el propio capitalismo especulativo globalizado, liberado de la amenaza comunista, había producido en total libertad.
Será recién a partir de ese momento que la alternativa de la universalización encontrará el espacio político necesario para ofrecerse como alternativa a la globalización.
Comenzará así a tomar forma y visibilidad en el escenario mundial una alianza entre países emergentes industrializados de dimensión semicontinental como China, India, Rusia, Sudáfrica y Brasil, este acompañado por la Argentina y el proceso de construcción de la Unasur; y esa voz alternativa empezará a escucharse en el marco de la ONU, el G-20 y en otros espacios multilaterales.
La irrupción del papa Francisco
El segundo obstáculo lo aportará la elección sorpresiva del papa Francisco hace un año, a comienzos de 2013, quien rápidamente se pronunciará, por un lado contra la economía especulativa y contra la exclusión social al definirla, como ya vimos, como “cultura y economía del descarte”; y por otro, contra la política de guerra de la alianza anglo-norteamericana a través de un mensaje enviado a la reunión del G-20 que se realizaba en Moscú, lo que impidió el inminente bombardeo de Siria.
La presencia de Francisco, un conductor y predicador que ha recreado un liderazgo popular cristiano perdido, ha sido decisiva para que la política, la negociación y la diplomacia se reinstalaran en Medio Oriente. Se han abierto negociaciones para parar la guerra civil en Siria, poner bajo normas internacionales el programa nuclear de Irán y para reimpulsar un acuerdo entre Israel y Palestina.
Lo que Francisco ha traído de nuevo a la escena mundial es el “ecumenismo religioso”, que procura que el cristianismo en todas sus versiones, el judaísmo y el Islam trabajen juntos a favor de la paz mundial, neutralizando así la política de guerra que ha venido alentando el “fundamentalismo religioso” cristiano, judío y musulmán.
Fortalecimiento de la universalización heterogénea, multilateral y multicultural
De esta forma, el universalismo heterogéneo, multilateral y multicultural ha incorporado una fuerza espiritual que viene a complementarse con la fuerza material aportada por la mesa de Estados continentales conformada por China, Rusia, India, Sudáfrica y la UNASUR. A esta fortaleza se suscriben las culturas políticas nacionales y populares o progresistas que pretenden expresar el deseo de los pueblos de todas las naciones a ejercer el derecho político a organizarse a su manera, para progresar en paz, con inversión, trabajo, educación, cultura y justicia social.
La universalización necesita de la paz porque su objetivo es lograr la felicidad de los pueblos, y su medio es la política y la diplomacia pues, como ya lo expresó Perón en 1973, “un acuerdo geopolítico permite una mayor producción y una mejor distribución de los medios de subsistencia, tarea que tendrá que ser realizada por las grandes fuerzas que orientan y manejan la transformación de la humanidad”.
La universalización tiene por delante el desafío de revertir la desigualdad obscena que se verifica en el mundo, aspirando a una economía social global de mercado pero con regulaciones estatales que apunten a equilibrar el poder del capital y el trabajo y a poner el capital especulativo al servicio del capital productivo. Y debe intentar cambiar la relación centro industrial-periferia primaria organizando una economía productiva industrial global al servicio del bienestar social de los pueblos.
Construir una nueva edad suma de valores
Como planteó Perón, queda por delante clausurar una era dominada por el materialismo que comenzó con el capitalismo y la primera revolución industrial a fin de organizar un renacimiento de la civilización, en el cual haya proporción, equilibrio y armonía entre las necesidades materiales y espirituales, y los derechos individuales y colectivos de todos los pueblos.
Pero no hay que entusiasmarse ilusoriamente. Hay que tener en claro que la alianza anglo-norteamericana que propicia la globalización unilateral, hegemónica y homogénea es aún muy fuerte; y la alternativa de la universalización es todavía muy débil y su construcción dificultosa porque se trata, precisamente, de coordinar los intereses heterogéneos, multilaterales y multiculturales de los pueblos del mundo.