Normalmente las campañas electorales se nutren de propuestas, diagnósticos, críticas y debates. El macrismo ha roto esta tradición e innovó en estas elecciones de medio término introduciendo la venta de zanahorias como nueva forma de conquistar voluntades.
Este gobierno no tiene ningún logro importante para mostrar en materia económica o social. Ni siquiera pueden ufanarse de uno de sus ejes de campaña como era el respeto a las instituciones y la defensa de la república pues en esta materia se han comportado como un elefante en un bazar. Baste recordar el intento de nombrar a los jueces de la Corte Suprema de manera irregular a través de un decreto o las leyes aprobadas por el Congreso Nacional, como por ejemplo la de Emergencia Social que al no ser totalmente reglamentada por el Poder Ejecutivo no se puede aplicar.
Por no poder mostrar nada bueno y concreto, los candidatos de Cambiemos han recibido instrucciones de estricto cumplimiento por parte del virtual jefe de campaña Marcos Peña, según las cuales no deben hablar de políticas públicas, ni sobre hechos de la realidad que impliquen conflictos, además de exigirles que transmitan a sus auditorios -cada vez más reducidos- sentimientos positivos con una trilogía de ideas un tanto desgastadas como esperanza, cercanía y equipo.
Se ven obligados a seguir rígidas pautas que derivan en discursos estandarizados. Prueba de ello la dio el propio Macri, quien hace poco repitió el mismo discurso ante distintos públicos (100Santa Fé y La Sociedad Rural) con sólo dos días de diferencia. Se espera de un presidente vuelo intelectual, nivel político, visión estratégica y la necesaria honestidad para decir lo que piensa. Pero nada es como debería ser en el mundo feliz de Cambiemos, ya que apelan a frases hechas, típicas de mala literatura de autoayuda, a la que son muy afectos, y cuanto más frívolas y banales mejor. Algunos se exceden y terminan haciendo el ridículo como por ejemplo Esteban Bullrich, González Fraga, Aranguren, Aguad y a veces hasta el propio presidente.
Son adoradores del marketing publicitario, y todo gira alrededor de cuatro o cinco ideas primitivas, que supuestamente tienen la virtud de llegar a los sentimientos de la población. Se obsesionan con trasmitir sentimientos positivos y por ello apelan a frases de ocasión como “trabajando todos juntos vamos a conseguir la felicidad” y repiten hasta el hartazgo que son un equipo, que el pueblo debe tener esperanza y la marca registrada del macrismo, el ya famoso “sí, se puede”.
Mientras tanto, la realidad muestra que cada vez que Macri y sus funcionarios asisten a un acto en cualquier lugar del país se deben vallar diez cuadras a la redonda, y poner cientos de gendarmes y policías para evitar la puteada de la gente. En innumerables actos al aire libre se nota como le hablan a las cámaras porque no hay nadie a su alrededor. Como dirían nuestros abuelos: todo cartón pintado.
Una extraña cuestión que es motivo de enfrentamientos internos en el seno del macrismo gira alrededor de la imagen positiva y negativa de Macri y Vidal. El ala política y los equipos técnicos publicitarios de Duran Barba mantienen una disputa sobre la instrucción de este último de nombrar sólo a Vidal en los discursos de la provincia de Buenos Aires. La diferencia surge de las mediciones realizadas por consultoras oficialistas que dan cuenta del deterioro creciente de la imagen del presidente en toda la provincia. Para Durán Barba las marcas "María Eugenia" y "Cambiemos" miden mejor que la de “Macri” reduciendo de tal forma todo el problema a una cuestión eminentemente publicitaria.
De esta forma se soslaya el motivo principal de la brusca caída de la imagen del presidente que no es otra que el incumplimiento de todas sus promesas de campaña y la aplicación de un feroz ajuste económico que hundió a buena parte de la clase media y a los sectores populares.
Otra insólita situación se plantea alrededor de la figura de Elisa Carrió. Al comienzo de la campaña, la Gobernadora exigió que ésta no pisara el territorio de la provincia pero pasado el tiempo y a consecuencia de las metidas de pata de Bullrich decidieron esconderlo y la autodenominada fiscal de la república tuvo que trasladarse de distrito y hacer campaña en Buenos Aires para traccionar algún voto.
Lo cierto es que el comando electoral de Cambiemos le exige a Vidal ponerse al hombro la campaña, al punto que esta pide que por favor los voten y se muestra en cuanto programa televisivo y radial amigo la invita. Estos cambios de estrategia son producto del riego cierto de que la Alianza gobernante tenga una mala performance electoral.
La maquinaria publicitaria y propagandística del oficialismo se convirtió en un eje central de la acción del gobierno donde prima la idea de que lo importante no es la realidad fundada en hechos sino el reflejo de esa realidad fundada en dichos y relatos sin sustento fáctico. Dicho de otro modo: miente, miente, que algo quedará.
El gobierno se ha convertido en adicto de la post verdad, en el uso irrestricto de eufemismos que disfrazan lo que realmente sucede. Esta concepción encierra una perversidad aterradora pues se basa cínicamente en una mentira emotiva cuya finalidad es crear y modelar la opinión pública apelando a las emociones y a las creencias preexistentes sin que importen los hechos objetivos. De esta forma el debate político queda enmarcado en el uso de los sentimientos de los ciudadanos, desconectándolo de las políticas públicas, de los hechos concretos, que en definitiva son ignorados. Algo que aparenta ser verdad es más importante que la verdad misma. A poco de analizar esta cuestión surge que no es otra cosa que una manera sofisticada de mentira cuyo objetivo es distraer la conciencia racional de las personas de lo que realmente ocurre. Apelando a términos genéricos como relaciones públicas, comunicación estratégica y similares enmascaran la verdadera intención que no es otra que la vieja idea de manipular a los pueblos a través de propaganda política fundada en falsedades, estafando la voluntad de las mayorías al crear un nuevo sentido común que más pronto que tarde quedará al descubierto y se derrumbará, pero el daño ya fue realizado.
La técnica utilizada consiste en realizar permanentemente focus groups de donde se extrae lo que la gente valora y quiere escuchar. A partir de allí se elaboran las propuestas y el discurso cuya finalidad es bajar línea y crear una forma artificiosa de pensar y de percibir la realidad. El punto débil de esta maniobra autoritaria es que la mayoría recibe todos los días una cachetada de parte del Gobierno con su políticas regresivas que empeoran las condiciones de vida al punto de que nuevamente el país experimenta el crecimiento de la pobreza y el hambre, los sectores medios se ven asfixiados con tarifazos, aumentos de los alimentos, inflación, desocupación, etc.
Perón utilizaba como una muletilla la idea de que la única verdad es la realidad y no se equivocaba por la sencilla razón de que su meta jamás fue engañar a su pueblo sino trabajar incansablemente por su dignidad y su felicidad.
Podemos contrastar una conducta y otra, y sacar conclusiones que tal vez sean útiles para tomar la mejor decisión al momento de votar.
Como siempre, los abusos terminan generando el efecto contrario al deseado. Es tan artificial el relato oficialista, con tuteos forzados, actores guionados que hacen de obreros, de gente común, viajes falsos en colectivos o trenes o timbreos preparados con semanas de anticipación que a nadie se le escapa la falsedad que encubren y así se diluye la posibilidad de una empatía real con los candidatos de Cambiemos.
El macrismo prioriza lo mediático por sobre el contacto popular. Sus estrategias de comunicación comienzan a debilitarse pues a casi dos años de gobernar es absurdo seguir echándole la culpa de todos los males al gobierno anterior. Sus imaginarias peleas con las mafias no cuentan con ningún ejemplo práctico de que siquiera las estén llevando a cabo pues el narcotráfico y todas las bandas organizadas siguen vivitas y coleando y las promesas de un mundo feliz están totalmente devaluadas a fuerza de incumplir con todas sus promesas.
Todas estas variables hacen que el oficialismo lentamente pierda credibilidad, que salvo un núcleo duro, el resto esté decepcionado de tanta mentira, lo cual es sumamente peligroso pues hunde al pueblo en la tristeza y el descreimiento. Desgraciadamente, el Gobierno introdujo en el escenario político argentino, además, un fuerte componente de violencia institucional que no tiene parangón en el periodo democrático abierto en 1983. Tanto las políticas implementadas como el discurso no hacen más que agigantar la grieta social. Como sostuvo hace un tiempo el Papa Francisco, no se puede pretender la concordia, la racionalidad y la calma si un gobierno se sostiene y hace campaña con un discurso revanchista pues esto exacerba el fundamentalismo. Si a ello se suma que en lo que va de gobierno aumentó la pobreza, el desempleo y la exclusión, la gobernabilidad está en serio riesgo. Es imprescindible que los principales referentes del gobierno mediten estos temas pues aún están a tiempo de cambiar el rumbo.