Para el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en cambio, en la Argentina no existiría ese concepto de libertad, por lo tanto era necesario que nos “enseñara” su significado a partir de su participación especial en la Feria del Libro. En una Argentina que, paradójicamente, consiguió en términos políticos y económicos una libertad e independencia sin precedentes en las últimas décadas, muchos habrán estado expectantes de escuchar de su boca una definición, seguramente para argumentar luego que en este Gobierno las libertades no se respetan. Estas críticas serían fácilmente refutables pero se caería en repeticiones de argumentos que han sido abundantemente expuestos de parte de muchos compañeros en otros medios o espacios, especialmente luego del debate suscitado con motivo de la carta de Horacio González criticando la convocatoria al escritor peruano para su presentación en el evento cultural más importante del país.
Propongamos entonces un aporte más original, repasando las instituciones que auspiciaron la llegada de Vargas Llosa a Buenos Aires, lo cual ayudará a revelar y describir por sí mismo su pensamiento.
Uno de los patrocinantes de Vargas Llosa es la Fundación Heritage, de Estados Unidos, la cual acaba de publicar un informe sobre Libertad Económica. De acuerdo a sus criterios, la Argentina se ubica en los últimos lugares del ranking, con una mala calificación. La Nación, entre otros medios opositores, no tardó en reflejar la noticia con el objetivo de criticar el actual modelo económico. Así, resucitó la figura del fundador de esa institución, Paul Wayrich, representante de la Nueva Derecha norteamericana de los sesenta, furiosamente anticomunista y pro-imperialista. La Fundación, creada en 1973, se ha consolidado como uno los grandes think tanks del neoliberalismo norteamericano, publicando informes tendenciosos respecto del curso económico de diferentes países, que sirven como espacios para que la derecha local y extranjera pueda aleccionar a sus sociedades sobre lo que debería ser una “economía libre”, es decir, sin “intromisión” del Estado. La idea que subyace, pues, es que la participación estatal en la producción y distribución de la riqueza social atenta contra la libertad y erosiona las buenas expectativas de crecimiento de lo que fue durante años el “patio trasero” de Estados Unidos.
En su informe, la Fundación Heritage ubica a la Argentina en el puesto número 138 del ranking internacional. Destaca particularmente el descenso del país, perdiendo tres posiciones con respecto al año anterior, dentro de un total de 179 países. El puntaje de la Argentina respecto de su libertad económica es de 51,7 de un total de 100. Ubicada en los últimos puestos dentro de las 29 naciones de América Latina, apenas está por encima de Ecuador, Bolivia y Venezuela, justamente gobiernos que caen poco simpáticos en los pasillos de la Casa Blanca. A su vez, el informe indica que el reciente crecimiento argentino se debió sólo gracias a la agricultura y a la exportación de commodities, lo que la oposición doméstica traduciría como “viento de cola”, pero remarcaron que la fuerza de dicha expansión es retenida por las políticas fiscales y monetarias del gobierno. También manifestaron preocupación por la «debilidad institucional, incluida las corrupción y el frágil rol del poder judicial» que continúan siendo factores negativos para el desarrollo y la libertad económica. En definitiva, la poca calificación del país tendría que ver con la falta de “seguridad jurídica”.
Resulta interesante, a los efectos de analizar la credibilidad de quienes juzgan al Gobierno (100la Fundación Heritage en forma directa y los medios nacionales encargados de replicar sus resultados con el objetivo de dar un claro mensaje político a partir de ellos) analizar la trayectoria de esta institución.
Según se desprende de su página web, la Fundación Heritage tiene como objetivo formular y promover políticas públicas conservadoras fundamentadas en la libre empresa, la reducida intervención de los gobiernos en la economía, la libertad individual, los valores tradicionales norteamericanos y una fuerte política nacional de defensa.
Apenas un breve repaso sobre la performance argentina en informes de años anteriores puede conducir a una conclusión evidente respecto del perfil ideológico que sustenta la evaluación: en el año 2006 y 2007 el país ocupó el 95º lugar debajo de otros Estados como Guyana, Ghana y Kazajstán. En cambio, entre 1996 y 2001, pleno auge neoliberal, la economía local, según la Fundación, ocupaba los mejores estándares de libertad. Para la ortodoxia liberal, claro está, ella debe entenderse como la libre disponibilidad del mercado para intervenir en la economía.
Utilizando fuentes como el Banco Mundial, la OMC y el Departamento de Comercio de Estados Unidos, la calificación se atribuye a la legislación laboral, a las tasas impositivas, controles de precios, y a la incertidumbre provocada por los cambios normativos y a los altos niveles de corrupción. Las explicaciones de la calificación para la Argentina, además, incluyen la cantidad de inversores extranjeros que acuden a arbitraje internacional, así como supuestas violaciones a los derechos de propiedad generados por protestas sociales o huelgas en reclamo de mejores condiciones de trabajo o aumentos salariales.
De la Heritage Foundation brotó la llamada “Doctrina Reagan”, caracterizada por el apoyo a movimientos anticomunistas en todo el mundo, que fue justificación de rearme internacional e intervenciones norteamericanas en muchos países, con el objetivo de derrotar a los sucesivos “Imperios del Mal”.
Por lo tanto, de uno de los patrocinantes estrella de la llegada de Vargas Llosa puede interpretarse la concepción sobre la libertad que su pensamiento representa. El escritor peruano es un notable hombre de letras, pero también un innegable vocero del pensamiento que representa a los intereses más poderosos del establishment económico mundial. Es bueno recordarlo para no dejarnos imponer criterios que lesionan nuestro verdadero desarrollo y nos retrotraen a las etapas más duras que nos tocó vivir en el país.
Arturo Trinelli y Matías Rohmer
Politólogos UBA